HUMILDE SOPA DE AJOS


 Este delicioso caldo espeso, tiene su origen, como en casi toda receta tradicional española, en un fondo humilde. En épocas de escasez, las familias agrarias poco pudientes, siempre tenían a mano ajos y pan duro. No tenían aceite de oliva, en la mayoría de los casos, pero lo sustituían por manteca de cerdo. Y por supuesto, el pimentón no les faltaba. Cosa que ahora no es baladí.

Cipriana me contó como la hacía ella. Una señora castellanoleonesa, con más bigotes que un gato  y una sola ceja que iba de oreja a oreja. Sonreía como una hiena después de haber deglutido un resto putrefacto de Ñu. Pero bondadosa y amable como ninguna.

Su ritual empezaba así.

- Mira gurriato. Echamos la manteca y los ajos pelaos. Y que se doren bien. Pero que no se me quemen que amargan. Después el pan de ayer o de hace tres días. El que tengas. Lo rehogas todo y al final el pimentón y el agua. Si has tenido suerte y tienes restos de pollo, de ave, o carne y lo has cocido, pues un buen caldo.

Así hacía la Cipriana la sopa de ajos. Y estaba de escándalo. 

Pero si la echamos unos taquitos de jamón y un huevo escalfado. De escándalo. Y os cuento más. Un Tal Ricardo de la Vega, dijo de la sopa  castellana. (SIC)

Sopa castellana,

Siete virtudes tienen las sopas

quitan el hambre, y dan sed poca

Hacen dormir, digerir

y nunca enfadan y siempre agradan

Y crían la cara Colorada.

Y como siempre os digo, buen apetito.

BNYBS



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